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Ilustración: Elisa Arguilé (libro: "Mi familia")

19.6.07

Ilación


-sobre las producciones del 1er juego (Casa tomada) de L.C. -

Pahuel viaja hasta
“Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”

I

Pahuel viene de ahí, de dónde usted ya sabe. Usted lo conoce, y aunque no recordara su nombre sabe que lo ha visto merodear, pasear. Acaso ¿quién podría decir que no ha visto a Pahuel alguna vez?

Pahuel dejó su lugar, un lugar no menos remoto que el suyo o el mío. Ahora anda entre nosotros, sabe de usted, incluso de mí. Sí, ¿cómo decirlo?, en algún momento usted se detuvo en él (lo vio), yo también lo hice alguna vez. Hasta quizás pudo hablarle, pero ahora el olvido no deja recordar su nombre, aunque hayamos compartido maneras de hacer las cosas, como el modo en que nos acercamos a un plato nuevo: olisqueándolo, a veces también con la mirada. Pahuel, en estos momentos, está en mi habitación. Yo me dedico a observarlo, nada más. Su pelo entrelargo, su cuello esbelto, (más alto de lo que se entiende como normal) y una espalda cobijada por un tapado violeta. Puedo suponer que mira hacia fuera y el sol le da en la cara, y que, aunque no quiera verme, sabe que lo estoy viendo o que estoy escribiendo sobre él. Pahuel ha cruzado las piernas y esconde sus manos, imagino que sus manos están una sobre la otra, en gesto de templanza, de lo que queda después de...“No sigas, no es necesario relatar lo que piensas”, interrumpe Pahuel en tono displicente demostrando que me conoce y, a la vez, lo conoce a usted.
Su voz, por un momento, crea una especie de fascinación, pero no reparo en ella y continúo observándolo.

El sol llega justo hasta la punta de su zapato. Usa zapatos de cuero negro, un cuero liso sin texturas, son zapatos sin decoración. Su espalda está en sombra. Su sombra se extiende hasta las patas de la mesa en la que estoy. La sombra que arroja el cuerpo de Pahuel es de idéntica inclinación al resto de las sombras que arrojan los objetos de la habitación. Cada sombra tiene una medida que depende del objeto, de la altura del mismo, de su posición en el espacio. Mientras escribo estas letras Pahuel realiza un movimiento, gira suavemente su espalda hacia la izquierda, cambia de posición, lo que hace que cambie su sombra, su sombra se mueve a la vez de su cuerpo. Ambos ritman, cuerpo y sombra. El cuerpo de la sombra, la sombra del cuerpo, hasta que se detienen, en una nueva quietud, en un nuevo silencio. Ahora observo el perfil de su cara, puedo ver que su piel está un poco quemada por la brisa fría aunque no preciso bien ningún rasgo ni facción que delate un claro ancestro mongol. Debajo de Pahuel, bordeando una antigua silla que le da asiento, hay una mochila atiborrada de cosas. ( ) Éstas, dan la señal de que viaja con sus menesteres, con sus herramientas. Supongo que va de un lugar a otro y no tiene una pertenencia muy precisa. Para develar mi curiosidad, a la vez que escribo le pregunto (y ya se sabe que toda pregunta tiene un principio de intromisión): “¿es usted un viajero o un paseante de ciudades?”

“De un lugar a otro.”, contesta en el mismo tono displicente, despreocupado (casi fatuo),“….El acto de ir de un lugar a otro es moverse y moverse permite desplazarse. El acto de repetir el desplazamiento (repetir la repetición: ir y volver y volver a ir) permite no ser de aquí ni de allá ni acullá y la ejercitación (que no es ejercicio) permite.....” Pahuel deja de hablar de repente y larga una risa como ridiculizándose. Al rato emite sonidos, parece que habla, pero no entiendo muy bien lo que quiere decirme, creo que es otro idioma, aunque se parece al de antes:
“nue pesy laincia.nos habitsiryella, lo ra una ene saaza. hacdonídestejamosa por la a las sieultaete, la a almorpor dea conaalsueloparaenrconelrillos;omejorosotrosantesdy”

Largo tiempo habla Pahuel, eleva su tono, dice cosas y de a ratos le oigo alguna palabra como del castellano, creo que combina las lenguas, pues a veces lo castellano suena como algo con sentido.

“anequefuesedemladecharíaninasiadordeireneeraunachica pta y seir por un p hura hecho sin escándaloasillo máslibrers ypreguntarnac dabaida para no izquierdacanastillas en el suismelo de s aya no quada ine sin el toestá termado repetirlodelacayde ireoranede abperajode ladeoletas iquecersestrosodaadrfuera de unos mos la v nitach oltearíamosjusticieramenteunoedereleerunlibro, o cupañando un pull-overjustamente no sé pormitoy aiba aile mañas y alecosque a persitajosstiravitalamásvenenea resba grata mí se antes ocho den los mátirarmoles ciudretiradadlipia, pero parte de clarasmegujnte que erala limpiezn ro ccasa y la bieelocura ps yo mbos de las levabaescuché alretexgo esp terdeigua dmsita de nue tres quertedaban parte más a vo ponía calla plaos, aas da es de la ca que habormapagabporque y tenacigo uamome interesa no se puearavide vida, todobos los ividad ma pua de rle y más allá emcocinpezaba tinal se pa antes de la saba el resto del so o no fá de su dorio. rqué tejía tanto, yo creo que las pto paivra no hacer nadatejía cos siempre lo ía en un momento as porarentaque algo no le agba; era groso ver en la canmprarastilla el mteadontón de lana ea resciunscias inistaríiénderose a pr su fa de algidacióunas hepos. los s iba y nosmo allí o al centradaro a cole lana; enmieo de las oasnce yeol dejonaba a irene lasdrí pña. mllosa y a mí la distrib o pemursonas ución día tej abíamomuy pocas a ente la llcuando han eniendo en el couern su tenanfía fe mer reeníaterrarillaeno y lossolos en es tejen contrado en esa labañbor el gran me rió ma estherpodían vir ochsinestorbarsemediodía, a, lenos cu añguos cómpacioda de alcor llenoun el y; ndo por el uta estismaba abasillo se franqueacu uea a sala lioeca en la pte más reda, la “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse” e los endeenelaire elinos, la bibe mira hacia rosole un sta pquarte del ala delantera ddehabí tiré a un o, la cocinarta estaba taién lo oí, al mo el fondo a el sonido. a iren enfrentar la entornada puerta de rob con del mte le diumañaneje a iree:asentí.- cuando tornmos le, y daba la vuelta al cest. ojos aba todeo que l a la a cuandoe binciosel nuestro, simple , daba lamane.ra con plumero, ,un ueblesyn los pianosordaré siem con clard porque fue simy sin útiles. irne ejiendo en su drio, eran las e la se me ocurrió per al fuego la pdel mate foauihsta el aba a llo hansta en el co cocina; tal vez en mor o da edado del otro salvo las , y parte del fondocaer el teji as antiguas suen a liqundo apa.rte de (hoy que las casde sus matlateriales) gucobertor hacer pos cina o t gusardaba los secretos de nuestros bislos, el ab el cue,naño porq sillo le ue el rpo; felizms quedamos ca. el so almoraueesa voz deos las estaedabtua o o s pque tencocinaorría pcuae que iba has agusar tina cadospuelo paternofui a la coci.rato después era yo el ave estaba puesta de nu antes de la a, y cuand pesilloro miún bruhí el sileestun, ca la pavit hasta la . nouerta. m llueramó la atención ennejemces -mí me gus ese chalecolo qu ido al pata idmían dendo vio qu en la casa, a pa mimo donde em ro.e traía binciosel nuestro, simple , daba ustedestaalli pianosordaré siem con usted esta allí desde ctraon la ptota antes de que fuera dem tarde, la ceé del álbu. lta de nido veno ve de vueltalima a ymacra do en la la co nos mía imlatos er que mitorios al uno en sus cosen reanu el es al lado nuest tá ero ba- eo que ella drem puls rodeé con mi braten crzo era, vi ras oían las on mo me qua el noc ce dar su as, re ay la hi pezaba el codo ca ce corr ban hasta el canc lástarima, cerpobr quier coseura de irene (yo ear ens a pa llo r nualioestros torios el creo ha oj de la rando) bien la puerta de entr de qué pios al vez en el bacio hacer ada y timuré . no fun ablo se le o iera nos y lascurriera ro jas de sentidodetejer un “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”

Dudo de los sonidos de Pahuel, y más aún de mi traducción. ¿Qué quiere decirme?, quizás sea su respuesta para decirme que es un viajador, que ha ido dando pasos mientras va combinando lenguas. ¿Qué viajes hace Pahuel?, si es que en verdad es un viajante o un viajero o acaso sea un paseante. No alcanzo a comprenderle, sólo hago suposiciones, y todo puede ser un simple juego. Quizás me hagan falta elementos, instrucciones para acercarme a eso que parece ser una lengua. Pero, Pahuel ¿es un viajador? Otra vez, interrumpe mi relato, queda entrecortado con su hablar, como si estuviéramos conversando: “preguntas porque necesitas respuestas, yerras porque quieres acertar y comprender". Y vuelve a hacer esos sonidos de: “ve de vueltalima a ymacra do en la la co”.

Reacomoda su cuerpo, (su sombra) aún continua de espaldas a mi y de frente a una ventana que mira la ciudad. Su voz rebota en el vidrio y resuena en la que ahora es mi habitación, y antes había sido la habitación de otro.

Otro que habrá tenido la habitación de otro modo, con otra luz del mismo sol.

(lo que imagino de la habitación del Otro)

Intento describir lo que sucede en este presente, justo en el momento en que Pahuel da lugar al silencio, deja de sonorizar. El silencio muestra la quietud que tienen los objetos cuando hay ausencia de voz, entonces sucede el sosiego, las mismas inclinadas sombras, aunque un poco más largas ya que ha pasado tiempo.

La silueta de Pahuel dibuja un primer plano, la ventana que está en segundo plano deja ver unos rombos de alambres. Atravesando este humano límite aparecen ventanas de otros edificios, detrás la ciudad y más atrás, al fondo, un cielo gris.

Alternando esta escenografía se cruza de cuando en cuando, para irrumpir en la quietud, algún pájaro viajador.

Este momento transcurre del lado interno a la marca de los rombos. Aunque podríamos estar del otro lado de los rombos, en la calle (por fuera de). El rombo inventa dos espacios, el interior y el exterior, el dentro y fuera y da lugar a la dialéctica, entonces nos sentimos en un espacio, es decir, sabemos que no estamos en el otro. Aunque al pensar en el pájaro viajador... “¿no es necesario que hables del pájaro? o ¿acaso el pájaro busca algo de ti?", dice Pahuel con cierto enfado, "no desperdicies tu tiempo. Sólo atiende a mi pregunta: ¿me acompañarás?”

–¿Acompañarlo?, ¿A dónde? Contesto ( …)

“Iremos a un lugar llamado “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”, dice Pahuel y larga otra frase en esa lengua endemoniada.

Está bien lo acompañaré a “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”, pero antes deberá decirme ¿por qué quiere ir a “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”? y ¿por qué necesita de mi compañía? Ahora rió displicentemente, como sólo lo hace él, así que apoderándome de su risa, creo saber lo que significa “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”.

“Le responderé.”, dice, con un modulación diferente (no tan fatua y ya sin enfado) y prosigue: “De entre mis varias búsquedas he decidido que hay una muy importante: quiero conocer la casa donde viven los dueños de una colección de estampillas que hablan de parajes que guardaban los ojos de mi madre. Si usted(es) lo admite, me gustaría que me acompañara para que registre la visita, para que escriba lo que sucede en el presente pero del otro lado de los rombos”. El vidrio dio repercusión nuevamente a su voz. Supe que sabía que lo acompañaría(mos).

Pahuel vuelve a moverse pero no se deja ver muy bien el rostro, sus sombras como las del resto de los objetos, también dibujan nuevas formas, oscurece.

II

Sucede la noche.

Abro los ojos, miro la hora en mi reloj pulsera, 6.33 am. “Es hora de partir”, dice Pahuel. Salimos de casa. Escuchamos que la ciudad despierta, suceden los primeros ruidos de los autos, se van las luces y llega la luz. Todavía es la hora en que el edificio está vacío de gente, sin actos que justifiquen su arquitectura. Descendemos las escaleras, pasamos delante de la mesa que espera la llegada del portero, atravesamos la larga línea de buzones marcados con diminutas placas de bronce que tienen el nombre de quienes viven en el edificio. Pasamos, no sin percibir el vacío del lugar.

Los edificios, las ciudades poseen vida en sí en cuanto a los eventos que las habitan, cuán extraño me resulta un lugar conocido cuando está vacío de gente, o al menos vacío de eventos; parece como si estuviera dormido, como si fuera otro muy distinto .El “silencio” de una montaña es muy distinto al silencio de una casa abandonada. El primero, para algunos, resulta vivificante mientras que el segundo, para otros, resulta ensordecedor. La casa, los lugares han sido hechos para ser habitados, para que allí sucedan eventos humanos.

Dejamos el edificio. Comenzamos a andar la ciudad. Pahuel acelera el paso, mientras dice: “observa la repetición de los edificios, ¿a qué se te parecen?, observa sus formas, allí habitan tus vecinos, detrás de idénticas ventanas, de idénticos muros.”

Vagamos por una calle, otra y otra. Sigo los pasos de Pahuel (creo que es un paseante verdadero), siempre va delante de mí. Yo, siempre intentando ver su cara, detenerme en ella. Pero Pahuel hace gestos impidiéndome que me haga una idea clara de su fisonomía. Siguen las calles y la obvia referencia de la ciudad como laberinto (a la mente como laberinto), es inevitable ( ……… )

Andamos de paso por las antiguas calles de la ciudad. De paso, es decir, sin pertenecer a ellas. Aunque las calles son pasos y no permanencias. Pahuel parece complacerse con los colores de la ciudad, observa los detalles que ofrece la ciudad, como una mancha de césped que sobresale de una baldosa en la intersección de las calles Moscú y Vaina. Yo atiendo a los ruidos, escucho cualquier cosa, rumores urbanos, minúsculos sonidos como el de los zapatos al tocar el suelo, como el sonido que hace el aire al rozar un muro y desviar su camino. A nuestro transitar lo acompañan caminantes que distraen sus días mirando escaparates atiborrados de objetos. Ellos son nuestro decorado y viceversa. Durante el transcurso del andar de Pahuel noto que persigue a una persona. Desde hace tiempo que perseguimos a un esbelto hombre de sombrero negro de pana, quien lleva en su espalda una bolsa que parece estar colmada de cosas.

Pahuel va detrás del hombre del sombrero, yo voy detrás de Pahuel y usted, alcanzará a comprender que, va detrás de...

En verdad, ¿estamos yendo a “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”?, ¿Será este hombre quién nos lleve a la casa de los dueños de las estampillas?, pregunto y no obtengo contestación alguna. Sigo el juego, también callo, también sigo al hombre del sombrero, también sigo a Pahuel.

El hombre se dirige hacia una esquina de la plaza en la cual hay una isla de hierba verde habitada por cientos de pájaros viajadores que descansan al sol (preparan su próximo vuelo). Allí comienza a armar el escenario de su teatro ambulante. Trabaja durante media hora montando el esqueleto de madera, ata cuerdas en los vértices y tensa la estructura. Finalmente, saca de su bolsa una enorme tela azul con la cual viste al precario teatrillo. El hombre suspira y se aleja unos pasos para mirar lo que ha armado. Recién entonces siente el murmullo de los espectadores que lo miran con curiosidad. A su alrededor se ha reunido un grupo de gente que lo interroga con la mirada.
El titiritero esconde sus cosas detrás de la tela, anuncia el comienzo de la función, y desaparece detrás del escenario. Los espectadores se acomodan en la hierba. Pahuel se mete en medio de ellos, resalta en el público por su tapado violeta, parece un intruso. Saca su cuaderno de anotaciones y mientras sucede la acción escribe, registra. Mientras tanto se abren las cortinas del teatrillo y empieza la función. Una mujer con un antiguo vestido de colores, aparece en la escena. Es una marioneta de madera que el titiritero maneja con suma habilidad a través de unos hilos invisibles. Ella camina lentamente por el escenario con la cabeza gacha. Va y viene desde un extremo hasta el otro, se detiene y mira a la gente que la observa con atención.

La mujer habla con voz pausada y cuenta la siguiente historia:

“Bajo un cielo gris, como el que se presenta hoy y en un lugar alejado y tan pretérito como esta plaza, había un árbol ancho, muy ancho y espinoso en donde se hallaba un nido de barro.

En una de las ramas del árbol vivía el pájaro hornero, quien había trabajado largas horas para construir su casa de barro.

Pero cierto día llegó un pájaro viajador y se apoderó de la casa del hornero y del pájaro hornero no se supo nada más, ¿dónde habrá construido su otra casa?, ¿dónde? ¿Dónde habrá ido el hornero? ”, pregunta la marioneta a los humanos que esperaban entretenidos.

Pahuel no participa de respuestas masivas pero sigue atento, entretenido a su modo, registrando en su cuaderno.

“Resulta”, continúa la marioneta, “que una niña que era amiga del hornero se enteró que le habían tomado la casa. Entonces decidió tomarle la casa al pájaro viajador y un día que este viajaba, la niña trepo al árbol y llevó la casa de los pájaros a su casa.

Desde ese día los pájaros viajadores no toman mas casas (no las necesitan) y los horneros ¿saben qué hacen con su casa?... el público no responde... ¿saben? ”, repite la marioneta para aumentar la intriga.... Nooooooooooo”, responde el público.

Averígüenlo amiguitos, averígüenlo” concluye la persona de madera y se retira riendo, con una carcajada de burla que va moviendo su vestido de colores.

Tras finalizar la escena, el hombre titiritero deja el teatrillo, se acerca al público y a la vez que se pone el sombrero negro va arrojando trozos de pan para los pájaros viajadores que también vieron la escena. Mientras tanto Pahuel sale de en medio del público, como no queriendo estar allí, demostrando su sólo interés por la función (ficción), y prosigue con su andar. Recomenzamos la caminata, intuyo que con destino a “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”.

Transito por última vez la isla de hierba verde, me alejo de la plaza y arrojo una última mirada al lugar que vamos dejando, mis ojos topan con los ojos del hombre del sombrero, del titiritero, su cara se asoma por entre la muchedumbre.


III

( ) De tanto vagar (vaga,mente) el tiempo se disipa. De un momento a otro (quizás después de mucho andar), llegamos a “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”, sin haber sido concientes de ello. Estamos en el lugar, el lugar donde está la casa, la Casa de los Dueños de las Estampillas que guardan lo ojos de Aurelia, la madre de Pahuel.

¿Y ahora qué?, pregunto, disgustado por haber llegado, como desafiando a Pahuel. Subyace en mis palabras la disconformidad que da llegar. “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse” ya no puede ser otra cosa que “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”. Estamos aquí. Esto que ven mis ojos es “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”. Antes, “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”, era muchas cosas, era pura posibilidad, ahora “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse” queda reducido, cerrado en “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”, no puede ser ya otro lugar.

Pahuel no contesta, no atiende a mis preguntas y dice “es por allí, esa es la calle”

Entramos en la calle, una calle larga que parece un pasillo, la Roque Sáenz Peña. Pahuel acelera sus pasos, camina y extiende su brazo izquierdo para señalar las casas que le dan forma a las calle. La calle es el hueco que forman modestas casas de altas ventanas y altas puertas. Pahuel vuelve a señalar las casas, la repetición de las mismas, todas iguales. ¿a qué se parecen?, ¿desiguales hombres habitan detrás de idénticas ventanas?, ¿de idénticas puertas.?

Cruzamos una larga línea de casas marcadas con diminutas placas de bronce, que tienen el nombre de la familia que las habita. Mientras tanto escuchamos el roce metálico de agujas de tejer y alguien que canta canciones de cuna. Miro la hora en mi reloj de pulsera, 7.23 p.m., justo antes de llegar a Casa de los Dueños de las Estampillas y ver el dibujo de un trébol en la puerta de roble y a su lado un cartel verde que dice: “Casa tomada

Quedamos Pahuel y yo (siempre unos metros tras él) tiesos, quietos, comprendiendo que si los dueños no habitan la casa, los ojos de Aurelia, la estampillas y nuestra búsqueda no tendrían sentido. Pero de la nada como dando un respiro al desencuentro se abrió la puerta de roble, el trébol quedo de lado, apareció una mujer y nos preguntó qué hacíamos allí:

“Buscamos a Irene y a Javier”, contesta Pahuel.

“Y ¿qué buscan de Irene y Javier?”, increpa la mujer.

“Busco una colección de estampillas que hablan de parajes que guardan los ojos de una mujer llamada Aurelia. Una colección que data de 1939, hecha en Buenos Aires. Irene y Javier tienen la serie completa y Aurelia es mi madre, comprenderá mi interés”, responde Pahuel tratando de entrarle a la mujer.

“Mire señor”, responde la mujer y dirige su mirada solo a Pahuel: “Lo hicimos por ellos. Irene y Javier habían ido languideciendo como una fruta olvidada en un frigorífico. Sus pieles se fueron arrugando, sus tejidos envejecían por que se habían aferrado a la casa, a no tener que ganarse la vida, a no hacer nada. Las estampillas...
¡Si hubiesen visto cómo estaba la casa en aquel momento! Las habitaciones como las partes de sus cuerpos estaban atrofiadas por la falta de uso, parecían putrefactas como causa de una infección progresiva. Se estaban muriendo, estaban siendo expulsados de aquí aun sin salir. Sí, fueron desalojados de la casa por unos invasores, uno de ellos es quien le habla. Sepa que se marcharon a la carrera, sin oponer resistencia. Suerte para ellos, ahora tendrán que enfrentarse a lo nuevo. Por si los quiere buscar, recuerdo que Irene llevaba un vestido lleno de blondas y Javier un saco colmado de puntos y rayas", contesta y cierra la puerta (otra vez el trébol queda a la altura de nuestros ojos).

“Y las estampillas?”, pregunta Pahuel. La puerta ya no se abre. “Las estampillas no son tan necesarias”, se responde y ríe displicente como si en verdad supiese el final de esta historia.

(...................................)

(...................................)

"¿Sabes dónde están Irene, Javier y las estampillas?” me pregunta y responde sin darle tiempo a mi voz “En la casa de campo. Decidieron andar al campo, recomenzar su vida doméstica y abandonar las calles a las que habían sido arrojados. Volvieron a la provincia que habían perdido en la infancia. La casa de provincia es un sueño de otros, un agradable y amplio verde en el que las estampillas revolotean y los ojos de mi madre empiezan a oler a brisa suave. El olor que da el color verde. El color del aire"

“¿Pero entonces, por qué no fuimos a buscar las estampillas al campo?, pregunto. Al hacer la pregunta entiendo que no hay respuestas en Pahuel. Sería inútil saber por qué habíamos llegado hasta “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse” (¿o no?)

Volvimos, cuando empezaba una nueva noche. Cruzamos nuevamente la larga línea de casas marcadas con diminutas placas de bronce. Escuchando el mismo sonido de canciones de cuna y el roce metálico de agujas de tejer, lo mismo pero al revés. De a poco y marcando el final Pahuel comienza a detenerse, saca de su mochila su cuaderno de viaje y mientras dibuja cuenta lo siguiente:

A Irene y a Javier les ocuparon la casa porque no son caracoles. El caracol lleva la casa con él. Nadie podría ocupar la casa del caracol ya que el caracol es su casa, ella es su cuerpo.

caracol = casa + cuerpo……… caracol = cuerpo + casa.

Être ………….ser y estar……….no se puede ser y estar en otro lado, caracol entonces esseryestar.

(¿y usted?)

Me detengo ante la lentitud del caracol, veo a Pahuel que hace un gesto como el de husmear la baba que va quedando en la madera por donde pasa el caracol. Es una suerte de vicio buscar respuestas a algo natural. Sin embargo, son esas preguntas las que parecen organizar las ideas que corren por nuestras mentes. Pahuel de nuevo, como un paseante, buscador que no busca, sabe que el caracol es un bicho interesante, pero pegajoso. Pegajoso porque no se va rápido de nuestra cabeza, porque nos usa para ser exactos y decirnos que cualquiera puede ir con su casa a cuestas. Pero la verdad es que quien busca es mejor que deje su casa en algún lugar y ejercitándose entre caracolas, formas redondeadas y trazadas de puntos anacarados que tornasolean, pueda apreciar los matices del color, los ritmos de otros tiempos, la brisa galopando el mar y la hierba. El caracol, ese remoto pariente de la tortuga –otra criatura casi mitológica, se desplaza con la lentitud que todo paseante conoce. Caracol y tortuga se guarecen en sí mismos, se encierran como si fueran poseedores de un esoterismo, pero no son nada más que (nada menos que) la posibilidad de una respuesta.

De nuevo Pahuel, quien ahora calla recordando un guisado de caracoles, aparece en mi recuerdo susurrándome: “preguntas porque necesitas respuestas, yerras porque quieres acertar y comprender". Y vuelve a hacer esos sonidos de : “ve de vueltalima a ymacra do en la la co”.

Pahuel parece un caracol, sus frases son como el líquido translúcido que deja a su paso, esa huella que brilla con el rayo del sol, esa sustancia que se te pega a los dedos. Me detengo y guardo la frase como una herramienta, empiezo a notar que esas palabras son algo así como una respuesta, es como haber llegado a “Qu con gob vuela ysesusp momentodespuésse”, el rostro de una in.satisfacción, el fin que no me dejaba andar el camino.

Irene y Javier tomados en su propia casa, buscando una nueva, corriendo por entre figuras recortadas con la luz ambarina, Aurelia con la anchura de parajes en su mirada y nosotros detenidos ante el paso de un caracol: Pahuel.